| “ El otro día, casualmente, una religiosa vasca que misiona en el Congo, me hizo un comentario que me pareció absolutamente aplicable a esta situación: que es una de las facultades más difíciles que tienen los seres humanos, pero que cuando la consiguen los pone en un estadío superior del comportamiento. Al recibir dolor, al recibir decepciones, recibir ofensas o adversidades, y en vez de actuar en consecuencia, y actuar defensivamente, y rechazar y expresar el disgusto, conservarlas dentro de uno mismo y neutralizarlas. Una persona que misiona en medio de un país en guerra, tiene esa facultad, o sea, todo lo que sea mal, dolor, entra en mí y no sale de mí” |